Con casi treinta metros de largo y siete de alto, el Mural de la Piscina Tupahue (1966) del Cerro San Cristóbal -en el Parque Metropolitano de Santiago– se presenta como un verdadero patrimonio en la historia del mural en Chile porque es una obra que integra paisaje, arquitectura y arte en una sola pieza.
El mural fue concebido por el pintor mexicano Juan O’Gorman, uno de los más importantes representantes del muralismo (en cuyo estilo se reconoce la influencia de Diego Rivera) y que en su carrera desarrolló un claro interés por la vinculación de la pintura con la arquitectura. La ejecución del mural fue realizada por María Martner, hermana de Carlos Martner, el arquitecto a cargo de la construcción de esta piscina y de la Antilén, quien por su parte se preocupaba por la relación de sus obras con las condiciones materiales de los lugares donde se emplazaban, concibiendo integralmente la ciudad con la arquitectura y el medio ambiente.
En el mural vemos una alegoría a la hermandad entre Chile y México; en donde Caupolicán y Cuauhtémoc se abrazan en medio de la escena, acompañados por elementos del imaginario de cada país. El de Chile está representado en un cóndor y un guanaco, mientras que un puma y un águila corresponden al mexicano.